Sucot es la tercera de las fiestas de peregrinación. Como dice nuestra parashá, tres veces al año, en Pesaj, Shavuot y Sucot, todos los hombres deberán encaminarse hacia Jerusalén para entregar su ofrenda ante el D’s de Israel. (Exodo 34:23). Con Sucot se cierra el ciclo que empieza con la salida de la esclavitud y termina con la fiesta de las cabañas, que nos recuerda las viviendas de nuestros antepasados en los años de peregrinaje por el desierto.
Sucot es también llamada «Jag Haasif», la fiesta de la recolección, que tiene lugar cuando el verano llega a su fin y los graneros están llenos del fruto de nuestro trabajo. Estamos henchidos de orgullo por la abundancia que hemos logrado y nos invade la tentación de exclamar: «¡Todo esto lo hice yo!»
En ese momento de gloria la Torá nos llama a cambiar de perspectiva, a abandonar la comodidad de nuestras casas y sentarnos en la sucá, para poder reflexionar y volver a preguntarnos: ¿Obra de quién es nuestra magnífica recolección? Fue el Creador quien creó todo lo que nos rodea, quien creó el suelo y le dio su fertilidad, quien creó el grano y el agua, quien nos dio la capacidad de sembrar y cosechar. Nosotros somos parte de esa Creación, y con nuestra habilidad creadora, a imagen y semejanza de la de D’s, multiplicamos el grano.
La fragilidad de la sucá nos pone en contacto con lo primario, con lo simple, a merced del calor y del frío, podemos percibir el viento, ver las estrellas y escuchar los sonidos de la noche. Es una invitación a encontrarnos con nuestra propia fragilidad y a redescubrir nuestra relación con D’s, ese D’s que se nos reveló en el desierto y que tanto nos cuesta asir, definir, encontrar.
En nuestra parashá, Moshé también se encuentra frente al misterio de la presencia divina, y atemorizado por la enorme tarea que D’s le encomienda de conducir al pueblo, quiere garantías, quiere VER a D’s. La realización de la presencia de D’s, la certeza de su cercanía, era lo más importante para poder seguir el camino. «Hazme conocer Tus caminos», le ruega (Éxodo 33:13), «Muéstrame Tu rostro» (Éxodo 33: 18). Y D’s, sólo accede al primer pedido, le dará a conocer sus atributos, los que tanto hemos repetido en nuestras oraciones de los últimos días, y dejará que Moshé vea sus espaldas, con eso deberá bastarle como medio para percibir la presencia divina. Como Moshé, no podemos conocer el rostro de D’s, pero podemos conocer Sus caminos y Sus actos, y a través de ellos percibir Su presencia, conocerLo, y conocernos, en Su creación.
Por último, Sucot es también la fiesta de la alegría. Trabajamos, cosechamos, logramos los medios para poder subsistir. ¡A festejar! Nos reunimos en la Suca, nos alegramos y brindamos por la vida, por el ciclo eterno que recomienza.
Quiera D’s que en este Sucot, desde la fragilidad de nuestra sucá, sepamos captar nuestra verdadera dimensión humana y aceptarla, para que podamos vivir en armonía con el Universo y así ser felices. Que sepamos tomar perspectiva y ser conscientes del lugar que D’s nos asignó como seres humanos en el seno de Su creación.
Por Ruth Spivak
«¡JAG SAMEAJ! «
Les desea el Seminario Rabinico