כִּי־תִרְאֶה חֲמוֹר שֹׂנַאֲךָ רֹבֵץ תַּחַת מַשָּׂאוֹ וְחָדַלְתָּ מֵעֲזֹב לוֹ עָזֹב תַּעֲזֹב עִמּוֹ׃
“Cuando vieres al asno de tu enemigo que yace bajo su carga, no te abstengas de ayudarlo. Ayudarlo habrás de ayudar junto a él.” (Shemot 23:5)
Este versículo, en su sentido legalista, nos habla sobre las leyes de priká u-tehina, carga y descarga de animales (su tratamiento legal aparece en el tratado talmúdico de Baba Metzia).
Una persona que se encuentra a su prójimo en una situación de apremio, como en este caso específico que se halla al individuo y/o su animal tirados con una gran carga sobre ellos que le impide levantarse, la persona (yo/tú/nosotros) está obligada a ayudar a su prójimo a salir del aprieto.
Para quienes el hebreo moderno les es familiar, la forma en que está expresado este versículo debería ser llamativa. La palabra LAAZOV es utilizada como “abandonar” en el hebreo del día a día. Y lo sugestivo en este versículo es justamente la palabra empleada por la Torá para constreñirnos a realizar la acción. Es la palabra azov – עֲזֹ֣ב, traducida como “no te abstengas”, la cual para los comentaristas bíblicos tiene dos acepciones: por un lado, significa apartarse y abstenerse de la realización de alguna cosa, pero por otro lado en la Torá aparece con la misma raíz la palabra “fortalecido – azuv” (Debarim 32:36), de donde se entiende que azivá es fortalecer, es decir se trata de una acción.
Así lo entienden los traductores de la Torá al arameo, por ejemplo, uno de los más difundidos, Onkelos, traduce así este versículo: Dejar habrás de dejar de lado todo lo que tengas en tu corazón por tu prójimo (odiado, que se encuentra en una situación de apremio), y lo ayudarás a descargar a su animal. Es decir, si te encuentras con tu enemigo en aprietos, debes dejar de lado el odio que guardas en tu corazón, y darle una mano para cargar y/o descargar su animal. Nota: Imaginemos que no hace falta aclarar que, si eso se dice respecto a un enemigo, cuánto más si se trata de una persona querida.
Rashbam nos dice: Azov-Taazov: implica ayudar y fortalecer. Ibn Ezra dice que hay que ayudar a liberar las cuerdas del animal para que pueda volverse a parar sobre sus piernas, y luego entender como seguir con la carga que traía[1].
Siguiendo con la interpretación, ya no lingüística, sino legalista, Rambam codifica dos mandamientos respecto a este asunto: Por un lado, basado en Shemot 23:5, la mitzvá positiva de ayudar a levantarse al prójimo o su animal[2] y, por otro lado, basado en Debarim 22:4, la mitzvá negativa de no dejar al animal tirado con su carga arriba[3].
Todo este devenir de opiniones y comentarios, desde la época bíblica hasta los comentaristas medievales, nos deja en claro dos primeros mensajes: Hay una prohibición de causar sufrimiento al animal (Tzaar baalei jaim צער בעלי חיים), y hay que trabajar lo nuestro interno para sobreponernos a nuestras primeras reacciones e instintos al encontrarnos con el otro, aunque ese otro no sea como yo quisiera que sea.
Y esto nos es encomendado al encontrarnos con la mitzvá, con el prójimo en una situación de apremio. Uno podría ir por la vida como los caballos con anteojeras, sin mirar hacia los costados, sin distraerse. Esa no es la elección, no es la visión del judaísmo. Nuestra Tradición te pide, te encomienda, te obliga, pone en categoría de mitzvá ir con los ojos abiertos, viendo a tu alrededor, y si te encuentras con el Otro en una situación de donde no puede salir, pero te extiende la mano pidiendo ayuda para salir de allí, ahí mismo aparece la mitzvá de accionar, de ofrecer la mano, en ayuda, para sacarlo de allí, junto a él, como dice el versículo que estamos estudiando.
El mundo de las mitzvot, hermoso por cierto, que aparece profusamente en Parashat Mishpatim (se cuentan 53 de las famosas 613 mitzvot bíblicas), nos pide que al encontrarnos frente a ciertas situaciones, hay que actuar. Un midrash [4] nos dice que esto es así si estas situaciones se nos presentan, sólo entonces tenemos un mandamiento al respecto; pero no hace falta estar buscando ir tras ellos. Sin embargo, hay un caso distinto, una mitzvá distinta: En el caso de la paz, de la cual se nos dice: “Apártate del mal y haz el bien; Busca la paz y persíguela” (Tehilim – Salmos 34:15), “busca la paz”, dondequiera que estés; “Y persíguela”, donde sea que esté.
La paz, esa posibilidad de un mundo mejor, está en todos lados, sólo hay que cambiar algunos detalles. Ver al otro como alguien a quien, si tengo la posibilidad de ayudar a levantar, no tengo que dudar en hacerlo. Fortaleciéndolo, y de ese modo sobreponernos a nuestro instinto y convertirnos en personas más fuertes.
¿Quién es fuerte? El que logra conquistar a sus instintos (Pirkei Avot 4:1).
¡Shabat Shalom!
Rab Meir Szames
[1] Hasta aquí basado en la idea de Leibowitz, Yeshaiahu “Siete años de charlas sobre parashat ha-shavua”, Pág. 351-352
[2] Mishné Torá – Mitzvat Asé 202
[3] Mishné Torá – Mitzvat Lo Taasé 74
[4] Bemidbar Rabá 19:27 https://www.sefaria.org/Bamidbar_Rabbah.19.27?lang=bi&with=all&lang2=en