SHABAT PÉSAJ.
LA LIBERTAD DE ELEGIR QUÉ TIPO DE TIEMPO DESEAMOS VIVIR.

Somos criaturas atrapadas en el tiempo. El tiempo transforma la vida humana en trágica. Pero a la vez nos entrega momentos de extraordinaria dulzura. El tiempo nos pone a prueba en nuestros sueños y va erosionando nuestros compromisos. Pero a la vez revela lo heroico en nosotros. Nos llama a la fe y nos liga a un refugio que encontramos en la familia y en la comunidad.

Sobre el final del Séder de Pésaj hay una extraña ceremonia. Justo antes de la comida, viene la bendición del maror, la bendición de lo amargo. Lo extraño es que el maror debe comerse junto con el jaroset.

Al degustarlo probamos algo especial: al comer el maror -la hierba amarga– y el jaroset –la dulce pasta amarronada – ambas juntas, probamos el sabor de la vida. Y el sabor de la vida es agridulce. La dulzura del jaroset le quita el fuerte sabor amargo al maror y lo hace más comestible. La amargura del maror le quita el empalagoso sabor del jaroset y lo hace más fácil de comer.

Lo agridulce es el sabor de una vida vivida de manera completa y apasionada en el paso del tiempo. Lo agridulce es un sabor a adquirir.

Cuando la vida no fue tocada por la dimensión del dolor, es difícil apreciarlo. Cuando no se tuvo la experiencia de atravesar el valle de las sombras, todos los momentos parecen ser iguales. No se alcanza a saborear el especial dulzor de los momentos que son en verdad especiales. Entonces, se desperdician momentos, se malgastan ocasiones. La vida se supone siempre feliz, una interminable serie de mañanas prometedores. Y cuando no es así, se cae en una profunda desilusión, y se abandonan los sueños.

Aquellos que saben como vivir en el tiempo han aprendido a degustar el sabor agridulce de la vida. Ellos han aprendido a recorrer y a trascender lo difícil de la mortalidad, con la bella dulzura de los momentos especiales, momentos de amor, de solidaridad, de agudeza y revelación, de saberse completos. Ellos abrazan los momentos, recolectan y cuidan los momentos. Y cuando la oscuridad llega, ellos vuelven a esos momentos para renovarse, para construir una nueva esperanza, para recobrar la fuerza. Y descubren que incluso en la muerte hay vida, al demostrar que esos momentos no mueren. En esos momentos del tiempo, ellos encuentran finalmente la eternidad.

Que este Pésaj nos haga mirarnos a los ojos en nuestras mesas, y celebrar esos momentos especiales, momentos del tiempo, que nos hacen eternos.

¡Shabat shalom! ¡Jag saméaj!
Rab. Ale Avruj
Presidente de la Asamblea Rabínica Latinoamericana