Parashiot Matot-Masei

Tamuz 23, 5777 – Julio 17, 2017

Dedico mi comentario Leilui Nishmat por las víctimas del atentado ocurrido a la sede de la Amia el 18 de Julio de 1994.

Ihiu nishmatam tzrurot bitzror hajaim. Sean sus almas unidas a los lazos de la Vida Eterna.

“Inscribió Moshé sus partidas (motzaeihem lemaseihem) para sus movimientos, por mandato de Adonai; y éstos son sus movimientos desde sus partidas (maseihem lemotzaeihem)» (Números 33: 2).

Por estos días, mientras redacto estas lineas sobre la porción de la Torá que leeremos el próximo Shabat, cuando apenas comienza el periodo mas triste del año denominado Bein Hametzarim que concluye el 9 de Av, el día en que conmemoramos la destrucción del Templo de Jerusalem dos veces, el Pueblo Judío es agredido, nuevamente: desde el interior (la autoridad religiosa de Israel redactó una “lista negra” de rabinos y presionó al gobierno para dar marcha atrás a un acuerdo sobre la creación de un lugar especial frente al Kotel) y desde exterior (la Unesco declaró a la histórica Tumba de los Patriarcas, como patrimonio palestino de la Humanidad).

El Sefer Bemidbar o Números, que comenzó con un censo del pueblo, casi al final nos presenta una lista de los 42 sitios por donde pasaron en su travesía por el desierto hacia la Tierra Prometida.

¿Mas allá de que Ds mismo le haya ordenado a Moshe la confección, cuál es la necesidad de redactar tal lista?

Dos comentaristas sugieren razones que contrastan para el mandato de Ds a Moshe de registrar una lista exacta de todos los lugares en los que los israelitas acamparon durante sus años en el desierto.

Rashi (Francia 1040-1105) sugiere que el detalle del viaje se realizó «con el fin de dar a conocer los actos amorosos del Omnipresente» ya que, según su explicación, los israelitas se movieron solo veinte veces en treinta y ocho años. Y cita este Midrash: “Esto es comparable a un rey cuyo hijo estaba enfermo y el lo llevo a un lugar lejano con el fin de curarlo. Una vez restablecido, durante el regreso, su padre comenzó a enumerarle todos los trayectos que habían recorrido diciéndole “Aquí dormimos, aquí sentimos frío, aquí tuviste una jaqueca, etc”. (Rashi sobre Números 33:1).

El comentarista Sforno (Italia 1470–1550) adopta un enfoque inverso: según él, la lista de lugares tiene la intención de alabar a los israelitas «que lo habían seguido ciegamente por el desierto donde nada crecía, de modo que como recompensa por su fe merecerían entrar y heredar la tierra de Israel» (Sforno sobre Números 33:1)

Pareciera ser que al final del libro de Bamidbar, en que se narran las quejas de los israelitas, la Torá se esfuerza por equilibrar el cuadro negativo con un recordatorio de la confianza que demostraron frente a los desafíos del desierto durante cuarenta largos años.

Nuestra historia es, en muchos aspectos, un largo relato de viajes. Casi todas nuestras familias pueden registrar la lista, a veces más extensa, a veces menos, de sitios en los que nuestros antepasados han «acampado».

Puede ser la interpretación de Rashi correcta para algunos de estos viajes, en los que la benevolencia del Creador se manifestó claramente.

Pero para muchos, el enfoque sugerido por Sforno parece más apropiado, cuando damos cuenta del coraje con que nuestros antepasados  enfrentaron y superaron situaciones de una complejidad inimaginable para nosotros.

Si bien ambos enfoques son diferentes, tienen en común el hecho de que no podemos escapar a la responsabilidad de registrar y recordar los viajes de nuestras generaciones pasadas, esos mismos recorridos que nos acercaron hasta donde estamos hoy y nos constituyen para ser quienes somos. La naturaleza especial de esos viajes se insinúan en el versículo que anuncia la lista de lugares en nuestra Parashá: «Inscribió Moshé sus partidas (motzaeihem lemaseihem) para sus movimientos, por mandato de Adonai; y éstos son sus movimientos desde sus partidas (maseihem lemotzaeihem)» (Núm 33:2).

La extraña forma en que fue redactado parece sugerirnos que, a medida que avanzamos, estamos trayendo nuestro pasado con nosotros, e incluso volviendo a él.

En la misma semana en que conmemoramos nuevamente la tragedia del atentado a la Amia, cuando apenas comenzamos a transitar las tres semanas de duelo de Bein Hametzarim, es indispensable hoy más que nunca recordar nuestros viajes pasados y tener bien en claro de donde venimos y quienes somos, como uno de los pilares fundamentales de nuestra identidad.

Así como somos descendiente de nuestro Patriarca Abraham Avinu, quien se encuentra sepultado con parte de su familia en Meharat Hamajpela (la Tumba de los Patriarcas), somos al mismo tiempo el producto de las desgracias luego de la destrucción del Segundo Templo de Jerusalem, cuyo vestigio que debería unirnos, es el Kotel.

Y también somos el maravilloso producto de una multiplicidad de voces de rabinos, maestros, sabios, que durante miles de años nos enriquecieron con toda clase de diferentes sonidos, para componer la milagrosa y maravillosa sinfonía llamada Pueblo Judío.

 

Con cariño y afecto.

Fernando Lapiduz.

Guía Espiritual.

Kehilá Santa Fé, Argentina.