PARASHÁT VAERÁ
Moshé se sentía frustrado y no podía evitar la sensación de estar involucrado en una misión en la que ni siquiera Dios, que lo había enviado, parecía comprometerse. Esto se desprende claramente del final de Parashat Shemot (5: 22 – 23).
No obstante, es en nuestra parashá donde Dios irrumpe nuevamente con su presencia para recordarle quién es Él: “Yo Soy Adonai” (6:2). Una versión aramea trae un interesante agregado en este pasuk: “Yo soy Adonai, el mismo que me aparecí a ti en medio de una zarza y te dije: Yo soy Adonai”, vinculando así la primera aparición de Dios a Moshé en la zarza ardiente con este segundo momento, luego de su fracaso ante Faraón.
Pero Moshé parece necesitar más “antecedentes” para retomar la misión. Es tal vez por eso que Dios le recuerda que la liberación del pueblo había sido planificada desde hacía mucho tiempo:
“Y me aparecí a Abraham, Isaac y Jacob como Dios Todopoderoso…y establecí mi pacto con ellos, a fin de darles por heredad la tierra de Canaán, la tierra donde estaban asentados”. (Shemot 6:3-4)
Moshé fue entonces a todos los hijos de Israel para decirles que Dios pondría fin a las cargas impuestas por los egipcios, los libraría de la esclavitud y los tomaría por Su pueblo. Y no sólo eso, sino que además los llevaría a la tierra que había jurado dar a los antepasados.
Pero ocurrió lo inesperado: “De esta manera habló Moshé a los hijos de Israel, pero ellos no lo escucharon por causa del kótzer rúaj y de la dura servidumbre”. (6:9).
¿Qué había sucedido? La expresión “kótzer rúaj” es tal vez la llave para entender el estado de ánimo del pueblo. Esta expresión aparece una vez más en Mishlei (Proverbios) donde se la vincula a la impaciencia y el enojo que nos ciegan de tal manera que nos coloca en posición de otorgar valor a lo que no lo tiene, al punto de “ensalzar la estupidez” (14:29). Daba la impresión que la esclavitud conocida les resultaba, por el momento, más atractiva que una libertad por conocer.
Mientras que el pueblo había escuchado de aquellas promesas hechas a sus antepasados, la cruenta esclavitud les golpeaba en el rostro; no se vislumbraba en el horizonte ningún tipo de salida de la opresión ejercida por el poder de turno.
Moshé llegó a una conclusión muy clara: “… (si) los hijos de Israel no me escucharon, ¿cómo pues me escuchará el Faraón? (6:12). En otras palabras, si las víctimas no están interesadas en la libertad, ¿por qué lo habría de estar el victimario?
El texto nos confronta con una realidad que si no pasamos por ella, difícilmente podamos comprenderla y es que en el sufrimiento no hay tiempo. Toda promesa de ayuda que no transforme el “aquí y ahora” del que sufre, es interpretada como olvido.
Moshé es un líder en soledad, el enviado de un Dios desconocido y que invoca haber hablado con sus antepasados. Moshé cuenta con su deseo de transformar la miserable realidad de su pueblo. El cree que otro destino es posible para él y los suyos. Pero ni el pueblo ni el Faraón están interesados en su mensaje. Nadie quiere cambiar “la realidad comunitaria”. Pero él sabe que es necesario un cambio, y luchará hasta lograrlo, porque no hay milagro donde no hay determinación.
Rab. Mariano del Prado
Profesor en Instituto de formación rabinica “AJ Heschel”
Seminario Rabínico Latinoamericano
LA PARASHÁ EN VIDEO:
Un proyecto conjunto entre el Seminario, Masorti Olami y la Asamblea Rabínica.
Los invitamos a compartir la parashá de la semana:
Parashat Vaerá por el Rab. Adjunto, Yarden Raber de la Comunidad 1870, Lima.