Parashat Koraj

Koraj se rebela contra Moshé y Aarón junto a otros hombres del pueblo de Israel. Como nos relata la Torá en esta Parashá, se paran frente a ellos y les dicen: “¡Suficiente, toda la comunidad, todos son santos, y D’s se encuentra dentro de todos ellos. ¿Por qué entonces ustedes se erigen como autoridad sobre la comunidad de D’s?” (Bamidbar 16:3). Y Moshé cayó apesadumbrado por una nueva rebelión ante D’s y ante él. Pues era esta ya la tercera desde la salida del Egipto: habían construido el becerro de oro ante la tardanza de Moshé en el Monte Sinaí; se quejaron por las dificultades de la errancia en el desierto y exaltaron el recuerdo de lo que en Egipto tenían y olvidando su situación de esclavitud; y, finalmente, desconfiaron de D’s ante las palabras negativas de los espías quienes había leído erróneamente la situación que debían informar y prefirieron no entrar a la tierra de la promesa.
Y ahora el egoísmo y la envidia se había apoderado de aquellos líderes del pueblo a quienes se les había dado también el poder. Recordemos que D’s ya había transmitido la profecía de Moshé a los 70 sabios. El pueblo se había liberado de Egipto, de la servidumbre, pero aún en su memoria eran esclavos. No eran libres aunque el desierto les daba la libertad. La libertad no es solamente una experiencia material, sino también espiritual y simbólica. Se puede ser libre y al mismo tiempo estar esclavizado a través de la memoria a la materialidad. Y si el pueblo se iba liberando de Egipto, sin embargo el traspaso de la autoridad aún mantenía las formas de la esclavitud y servidumbre en las mentes de los líderes del pueblo. Todavía replicaban la autoridad de la forma egipcia: una autoridad verticalista y jerárquica. Seguían siendo esclavos, subjetivamente, de las formas de autoridad.
La Torá nos enseña que el liderazgo judío nunca puede recaer en un solo hombre. Moshé y Aarón transmitían lo designios divinos a través de las palabras. Estaban construyendo así una nueva forma de liderazgo: la del maestro y guía. Mientras tanto, D’s enseña, a través de Moshé, que el liderazgo no puede ser responsabilidad de uno, en solitario, en nombre de la totalidad, y que la característica de nuestro liderazgo debe ser junto al otro, en comunidad. Por eso decimos “Moshé rabenu”, por eso la necesidad de traspasar su liderazgo al resto del pueblo, primero en los sabios, y luego en el resto. Es así como debemos leer el deseo del propio Moshé de que todo el pueblo sea un pueblo de profetas: “ojalá todo el pueblo de D’s fuesen profetas y que D’s hiciese reposar Su espíritu sobre ellos” (Bamidbar 11:29).
Koraj y los rebeldes son castigados. Sigue la travesía por el desierto. Porque la experiencia de la errancia es una experiencia de transformación. No bastaba ser libres de la esclavitud y del recuerdo de la servidumbre, también debían ser libres de las formas de autoridad que aún replicaban en sus memorias. Un pueblo se construye caminando, en las experiencias que nos llevan y nos traen, en las equivocaciones y en los aciertos. Las experiencias que nos constituyen como comunidad deben hacer de la memoria el lugar que enriquezca nuestra vivencia en el presente. Por ello el pasado tiene valor cuando comprendemos que lo llevamos a nuestro lado como un ejemplo, y que nos enseña que la comunidad se construye andando, rompiendo con las formas autoritarias de liderazgo y con los egoísmos personales.

 

Dr. Emmanuel Taub

Estudiante del Seminario Rabínico Latinoamericano