Parashat Jukat: irracionalidad pura
“Ahavat Olam… jukim umishpatim otanu limadta” / “Amor infinito… decretos y leyes nos enseñaste”
Esta es una de las Tefilot más hermosas de nuestra liturgia y precede a una de las frases más importantes de nuestra tradición, el Shemá Israel, que recuerda el amor infinito e indestructible que existe entre Dios y el Pueblo de Israel.
Sin embargo, en ese amor aparecen leyes y decretos. ¿Por qué existe esa relación? ¿Por qué, para que haya amor, deben de haber decretos y leyes?
Nuestros sabios explican que existe una diferencia entre los Mishpatim (leyes) y los Jukim (decretos). Los Mishpatim son leyes racionales, las cuales se pueden comprender por medio del propio intelecto. Por ejemplo, es lógico no robar.
Los Jukim, en cambio, son leyes irracionales, que no tienen sentido aparente. Tal vez el ejemplo más evidente de este tipo de Mitzvot sea la que aparece en nuestra Parashá: Jukat. Aquí la Torá nos ordena tomar una Pará Adumá (Vaca Roja) para realizar una purificación sobre aquella persona que había estado en contacto con algún cadáver y que por lo tanto había quedado impura. Evidentemente no es lógica esta Mitzvá. ¡Y claramente tampoco es muy probable encontrar una vaca roja!
¿Cuál entonces es el sentido de dicha Mitzvá? El Talmud (Kidushin 31a) cuenta que existía en Ashkelon un hombre llamado Dama ben Netina, quien poseía una piedra muy preciada que servía para completar el Efod (pectoral) del Sumo Sacerdote. Los Sabios de aquella época le ofrecieron muchísimo dinero por ella. Sin embargo, la llave que daba acceso a dicha piedra se hallaba bajo la cabeza del padre de Dama ben Netina, quien estaba durmiendo. Dama, se negó a darles dicha piedra para no despertar a su padre, sabiendo que se perdería una gran fortuna. Y así fue que desperdició la oportunidad de un gran negocio. Al año siguiente Dios lo recompensó, otorgándole una extraña especie difícil de encontrar: la Pará Adumá. ¡Los sabios no podían creerlo y fueron nuevamente a buscarlo! Este hombre les dijo que esta vez sí podía darles lo que buscaban y que sabía que podía exigirles el monto que quisiera, pues era casi imposible hallar otra vaca así. Sin embargo, no se aprovechó y les pidió la suma que había perdido por la piedra del pectoral. ¿Y todo por qué? Por haber respetado a su padre y no haberlo despertado.
Esta Mitzvá irracional de la Pará Adumá, en realidad viene a enseñar el principio fundamental e irracional de kivud ab vaem (el respeto a los padres). Cuando somos chicos, solemos ver las órdenes de nuestros padres como irracionales. Sin embargo, al crecer nos damos cuenta que aquello que no comprendíamos y a lo que no le veíamos sentido, era para nuestro bien. Comprendemos cómo su experiencia y visión del mundo no tenían que ver con nuestros parámetros de “racionalidad” y que había lección de amor en ellos. Nuestros padres nos enseñan con y por amor. Aunque no los comprendamos, aunque nos parezca que no tienen razón o que es irracional lo que dicen, su motor es el amor.
Tal vez porque el amor es la dimensión más irracional que existe en el mundo. ¿Quién puede explicarlo? ¿Por qué amamos? ¿Por qué somos capaces de entregar todo por alguien?
La Pará Adumá, nos recuerda que las cosas más importantes en este mundo son irracionales. De allí el amor eterno e infinito. Tal es el amor de Dios al pueblo (ahavat olam). Tal es el amor de padres a hijos (jukim umishpatim). Tal es la irracionalidad que le da sentido a todo.