Parashat Itró

A la hora de emprender una tarea, la responsabilidad, la honestidad y la eficiencia son -entre otras- cualidades más que necesarias para llevar una labor a buen término. Sin embargo, entre todas las cualidades necesarias para desempeñar una tarea importante, ninguna -tal vez- tan imprescindible como la pasión por la tarea misma que nos ocupa.

La pasión no es exclusiva de una actividad determinada. Hay quienes tocan un instrumento musical con pasión, hay quienes enseñan con pasión y hay quienes dirigen con pasión.

Hay por ultimo quienes viven cada instante de su vida con pasión.

Los que viven su vida con pasión suelen ser personas difíciles. No aceptan la hipocresía. Les cuesta tolerar soluciones de compromiso. ¡O es todo, o es nada! Como decía Marshall Meyer, nuestro maestro de bendita memoria: “O es esa voz, que te quema desde adentro, o sos el peor de los fallutos.”

En Parashat Itro, Itro -luego de escuchar las hazañas del Dios de Israel- viene a visitar a su yerno, Moshé.

¿Y qué es lo que ve Itro?

Itro ve a Moshé sentado desde la mañana hasta la noche, escuchando las preocupaciones de su pueblo. Moshé juzga a su gente. Ese es su trabajo. Itro se queda paralizado ante lo que ven sus ojos. No entiende a su yerno. El líder de Israel, el conductor del pueblo que desafió al Faraón de Egipto, dedica su tiempo a solucionar problemas de pastores: que Itzjak le robó una oveja a Shmuel, que la vaca de Iaakov se comió las flores de Aharon, que Miriam le usó un vestido a Rivka sin su permiso…

Itro -el primer gerente de managment de la historia- le propone a su yerno delegar funciones. “Haceme caso, querido, si seguís así, el corazón no te va a funcionar más; te vas a morir estresado de tanto juzgar gente”. Tal vez, lo que el suegro le insinúa a su yerno es que el está para “cosas más importantes”.

Es de pensar que Itro también considera a los hijos de Israel: El cliente no puede esperar. La gente quiere soluciones más rápidas, o tal vez -quien sabe- la gente tiene miedo de Moshé.

El consejo de Itro no es malo en sí mismo. Sin embargo, Moshé tiene miedo: No confía en los ancianos de Israel. Nuestro héroe no ve pasión en su gente, pretende que surja un líder natural, como él, alguien lleno de espíritu divino. No confía en la burocracia. Moshé -cuentan nuestros sabios- tiene miedo de delegar. Es demasiado perfeccionista. ¡O es todo, o es nada! Itro, por otra parte, es más realista: Si hay miseria, que no se note.

Al final vence Itro. Moshé aprende a delegar. Su pueblo respira aliviado.

Moshé traduce la Tora en palabras inteligibles para su pueblo: “No mataras”, “No robaras”, “No codiciaras la mujer de tu prójimo”, “Respetarás a tu padre y a tu madre”. Si bien estos preceptos son severos, por lo menos suenan conocidos a los oídos de los hijos de Israel. Es probable que hayan conocido normas similares en Egipto.

Cuando alguien llama a los judíos “el pueblo del libro”, cuando se nos reconoce por haber legado “los códigos morales” a la sociedad occidental, se está haciendo referencia a la traducción inteligible de la Torá a los oídos humanos. El poder legislativo argentino eligió las tablas de la ley, los Diez Mandamientos, como símbolo de la justicia, para engalanar la entrada de los tribunales. No hace falta ser judío para comprender el “No mataras”. Ni siquiera hace falta ser creyente.

La Tora -sin embargo- entendida como un mero código de leyes, pierde toda trascendencia.

Algunos alegaran que la Tora, si bien es un código de leyes, no es cualquier código, ya que es el más antiguo y el más perfecto de los códigos. Lo cierto (y esto que quede entre nosotros) es que -en lo que a códigos se refiere- no es el más perfecto y, probablemente, tampoco sea el más antiguo.

En las palabras del filósofo judío Martin Buber:

Los diez mandamientos no son parte de un código impersonal que gobierna una asociación de hombres. Fueron manifestados por un Yo y dirigido a un Vosotros. Empiezan con el Yo y cada uno de ellos se dirige al vosotros personalmente. Un Yo «ordena» y a un Vosotros -a todos los vosotros que lo oyen- les es impartida una orden». Según Buber «La palabra no exige que la oigamos. El que no desea responder al Vosotros dirigido a sí mismo puede aparentemente seguir con su vida sin impedimento. A pesar de que El, que pronuncia la palabra tiene poder (La Torá supone que tenía suficiente poder para crear el cielo y la tierra), ha renunciado a este poderío lo suficiente como para permitir que cada individuo realmente decida por sí mismo si quiere abrir o cerrar sus oídos a la voz, y esto significa si quiere elegir o rechazar el Yo del “Yo Soy.” A aquellos que lo rechazan no los hiere un rayo; aquellos que lo eligen no encuentran tesoros escondidos. Todo parece seguir igual que siempre. (Buber, Martin: What Are we to Do About the Ten Commandments? In: Buber, Martin: Israel and the World. Essays in a Time of Crisis. Schoken, New York).

Qué fuertes suenan en nuestros oídos las palabras de Buber. Dios -según este enfoque- no es un carcelero que impone castigos a los desobedientes o un padre bondadoso que ofrece recompensas a los que cumplen con los preceptos. Es la sociedad la que creó un sistema adecuado y tomó a su cargo estas tareas. La ley y el orden son muy importantes, pero no son “la Tora”. En el esquema de Buber, Moshé tampoco es el ministro de justicia. Los jueces que Itro aconseja a Moshé designar, serán los equivalentes a los jueces de nuestros días. Dichos jueces tienen una función muy importante. Sin embargo, dicha función nada tienen que ver con la del líder religioso que debe acercar la experiencia de un Dios viviente a su pueblo. Esta es la misión que Moshe no puede delegar.

Abraham Ioshua Heschel sostenía: «Algo sucedió en el Monte Sinaí». ¿Fue tal vez una clase multitudinaria sobre derecho hebreo?  No lo creo. Me inclino por pensar que se trató de un encuentro entre el Dios viviente y cada uno de los hijos de Israel que quiso escuchar. Es a la hora de escuchar la voz que nos llama que, nosotros, tampoco podemos delegar funciones.

Quiera Dios podamos escuchar su voz en medio del ruido de nuestra búsqueda, y quiera El otorgarnos la fuerza necesaria para responder ¡heme aquí!

Rabino Manes Kogan
Profesor en Instituto de Formación Rabínica “A.J. Heschel”
Seminario Rabínico Latinoamericano

LA PARASHÁ EN VIDEO:
Un proyecto conjunto entre el Seminario, Masorti Olami y la Asamblea Rabínica.
Los invitamos a compartir la parashá de la semana:
Parashat Itró por el Rabino Alejandro Avruj de la Comunidad Amijai, Buenos Aires, Argentina.