“Diez veces estuve en este mundo, recuerdo cuando fui Cohen Gadol (Sumo Sacerdote), un príncipe y un rey. Fui diez clases de dignatario, pero no aprendí a amar a la humanidad. Y por eso, fui enviado una y otra vez para perfeccionar mi amor. Si tengo éxito esta vez, no volveré jamás.” (A.I. Heschel de Apt)
Este pequeño relato jasídico nos confronta con algunas preguntas acuciantes:
¿Cómo aprender a amar? ¿Por qué es tan difícil expresar nuestro amor? ¿Cómo hago para no odiar en mi corazón? ¿Cómo aprendo a no envidiar ni guardar rencor?
Nuestra parasha nos indica el camino, nos propone la bendición como antídoto contra la maldición: la bendición divina y la que nos damos unos a otros.
Bendición y amor son la esencia misma de la vida. Un corazón capaz de amar es, al mismo tiempo, causa y consecuencia de la bendición: bendigo porque amo y amo porque bendigo. Cuanto más bendigo, más doy y más amo. La bendición reconforta mi corazón y mi alma, me inspira a agradecer por todo lo que tengo y me enseña a amar la vida en su más amplio sentido.
La bendición es la herramienta que tenemos en nuestras manos, y si no la utilizamos, todo lo que nos queda es la maldición. Parasha Ki Tavó enumera una larga lista de maldiciones, algunas tremendamente crueles, otras demasiado actuales:
“Maldito el que golpee a su prójimo en secreto… maldito es el que acepta soborno para matar persona: ¡sangre inocente!… Quedarás enloquecido por todo lo que tus ojos vean.” (Devarim 27:24-25 y 28:34)
Preguntémonos, ¿Qué es hoy en nuestras vidas cotidianas la maldición?
Maldición es violencia: es que un ser humano abuse, maltrate y mate a su semejante. Maldición es que no alcance el pan, el abrigo y el techo.
Maldición es no acceder a la educación y a la salud a causa de la ignorancia, la pobreza y la discriminación. Maldición es desconocer los derechos y obligaciones, propios y ajenos.
Maldecir es estar ciego y encerrado en uno mismo. Es desear el mal al prójimo.
Maldecir es odiar en nuestro corazón.
Cuando a nuestro alrededor solo vemos maldición: ¿cómo traer luz a tanta oscuridad?
“Bendito sea el fruto de tu vientre, y de tu tierra… Bendito seas al llegar y al partir.” (Devarim 28: 4, 6)
Dar bendición es ser bendición para otro: es transformar palabra en acción.
Dar bendición es bondad y entrega. Ver el bien y desear el bien.
Dar bendición es Shalom y Tzedek: construir un mundo de paz, justicia y armonía.
Bendición es Emet: hablar con la verdad, sin engañarme ni engañar.
Bendición es ver la necesidad de mi prójimo, y responsabilizarme por su futuro.
Bendecir es amar desde lo profundo de nuestro corazón.
Elegimos bendecir pese a la existencia de la oscuridad que vive en nosotros: tomamos conciencia de la penumbra que nos rodea y le oponemos activamente la bendición, el amor y la vida.
Shabat Shalom uMeboraj.
Raba Marcela Guralnik
Coordinadora Centro de la Mujer «Java»
Seminario Rabinico Latinoamericano M.T. Meyer