Estamos leyendo esta semana Parashat Devarim y así iniciamos el quinto libro y último de la Torá que lleva el mismo nombre. En éste vemos a un Moshé anciano, con 120 años de edad que se dirige a la nueva generación, antes de morir, en un discurso que nuestros sabios dicen que duró 36 días, en el cual volvió a narrar los puntos más importantes de la travesía en el desierto y a repetir las leyes más importantes que el pueblo debería cumplir a la hora de conquistar la tierra.

Sin embargo, si leemos con detenimiento la narrativa de Moshé a lo largo del libro, encontramos que no todo es tan igual a como se relató por vez primera. Desde las palabras y las formas que Moshé utiliza a la hora de dirigirse a este nuevo pueblo hasta el contenido mismo de la historia se ven afectados. Este libro es notoriamente distinto a los anteriores, pero tiene lógica que así lo sea, tomando en cuenta que el grupo que escuchaba las palabras de Moshé estaba conformado por una generación nueva, que nunca salió de Egipto y que por supuesto habrá tenido otra forma de entender la realidad.

Probablemente la imagen de Moshé para ellos no era la misma imagen que tenían sus padres, su cercanía tampoco. Es muy probable incluso que hablasen de forma distinta y que sus costumbres fueran otras. Probablemente tenían expectativas distintas a la generación que había padecido en el desierto respecto al futuro y habían forjado una nueva identidad.

La genialidad de un gran líder como Moshé es que supo mantener la esencia e innovar dentro del mensaje. Es así que a lo largo del libro que testimonia su legado y su despedida encontramos la historia contada de una manera nueva, genuina y relevante para la generación que la escuchaba. Un desafío constante que tenemos todos, cuando muchas veces nos encontramos sin respuestas a pesar de que el judaísmo siempre tiene algo relevante para decir.

Ser relevantes, saber resignificar nuestra esencia, transmitir pasión por una misión que construimos entre todos que nos convoque es nuestro nuevo desafío para hoy. Moshé supo hablar 40 años después de conformar un pueblo y mantener el liderazgo y la clave de eso fue que entendió que debía comunicarse de forma distinta porque los tiempos habían cambiado. Que sepamos construir un futuro con las bases de nuestro pasado pero siempre comprendiendo la realidad de nuestro presente.

Benjamín D. Alaluf

Estudiante del Seminario

Seminarista en el Templo Benei Tikva