Ante todo, no está demás explicar a qué periodo nos referimos puntualmente: se llama Iamim Noraim a las festividades de Rosh HaShaná y Iom Kipur, y a los diez días de teshuvá que las separan (o, más bien, las unen). Se incluyen también dentro de estos días al último mes del calendario judío, el mes de Elul, en el cual realizamos un jeshbón hanefesh, un balance del alma, una evaluación de nuestra vida en el año que se va.
No se trata, entonces, de un simple tema de traducción, si no de elegir la acepción que mejor dimensione y oriente nuestra actitud en estos días determinantes. La diferencia residirá en si nos prepararemos para aceptar un rol pasivo en nuestro destino o tomar una decisión protagónica que refleje nuestro libre albedrío.
Si prima la connotación de “lo terrible”, la revisión de nuestros actos estará condicionada por una mirada externa y determinante, que nos excede. Lo que hicimos y lo que no hicimos puede no cumplir nunca las expectativas. Rosh HaShaná como Iom HaDin, Iom Kipur como expiación, el ruego de ser inscriptos en el Libro de la Vida, todas instancias que nos dejan en vilo, en la espera de ser aceptados y aceptadas para continuar con nuestro camino.
Si incluimos dentro del matiz de la interpretación la idea de lo movilizante que conlleva el mismo término de “irá”, el foco residirá en cuán compenetrados y compenetradas estaremos en el balance de lo que al fin y al cabo es nuestra vida. Los días de teshuvá no se acabarán en la idea del “arrepentimiento” como puede ser traducido el término, si no de “introspección”, de preguntarnos las preguntas que sabemos que debemos hacernos. La idea de “retorno” lo ilustra claramente, y me refiero al de la voz, no solamente al regresar sobre nuestros pasos: qué difícil resulta cantar cuando no escuchamos bien cómo somos oídos; por eso, pedimos retorno para volver al eje, para encontrar el equilibrio.
Esta segunda interpretación, que es la que les propongo, incluye aún más a D’s que la primera. Kevakarat roé edró maavir tzono tajat shivtó…, “…como pastor que recuenta su ganado, haciéndolo pasar bajo su cayado”, recitaremos con emoción en la tefilá de Unetané Tokef. Se alzan las voces que ven a nuestro pueblo como un rebaño juzgado desde las alturas del trono celestial…, nada más lejos. En este período que nos encuentra conmovidos y conmovidas, necesitamos más aún del acompañamiento, la paciencia, la mirada educativa del Kadosh Baruj Hú, para comenzar un nuevo año con energía, con aires renovados, con ganas de mejorarnos y mejorar el mundo que tanto nos necesita.
Rabina Déborah Rosenberg