«Ni una menos en Jánuca»
Reflexión a cargo de la Rabina Judy Nowominski

«Ni una menos en Jánuca»
Reflexión a cargo de la Rabina Judy Nowominski

Generalmente cuando hablamos de Januca recordamos con orgullo la gesta de los Macabím, la lucha del pequeño grupo del pueblo de Israel contra el dominio del poderoso imperio griego. 

Mencionamos a Matitiahu y a sus hijos, recordamos la purificación del Templo y el ritual del encendido de la Menorá. También evocamos el milagro del aceite que duró ocho días y nos concentramos en la luz y sus maravillosos mensajes de sanación y espiritualidad.

Esta vez quiero compartir un relato maravilloso. 

Es un midrash medieval (Midrash Maase Januca) que explica cual fue el detonante de la revolución de los macabím. 

En esta celebración en la que se resalta el heroísmo y la valentía, sale a la luz una heroína macabea, una mujer que hoy se uniría a la campaña ”ni una menos” contra la violencia sexual y el sometimiento patriarcal.

Según este relato, los griegos dictaminaron decretos para debilitar a Israel, abandonen la Tora, la fe en Dios y se asimilen a la cultura pagana. Les prohibieron con sentencia de muerte cerrar sus casas con el fin de eliminar la intimidad de cada familia, violentar la privacidad y atemorizarlos con inseguridad. 

Después los obligaron a que marquen sus animales (transformándolos en no aptos) con el fin de que violen las normas de cashrut. Sin embargo, para no transgredir las normas Israel vendió sus animales, tanto los puros como los impuros y resistieron a este decreto.

Entonces amenazaron de muerte a los hombres cuya esposa haga Tevilá (baño de purificación ritual) para que no mantengan relaciones sexuales.

Cuando los griegos entendieron que Israel resistía sus decretos, decretaron una disposición amarga y aterradora: que la novia duerma su primera noche de bodas con el funcionario griego del lugar. (Este decreto está explicado por Rashi en el Talmud, Shabat 23a en su comentario a la participación de las mujeres en el milagro de Januca. “Los griegos decretaron que todas las vírgenes recién casadas sean poseídas por el funcionario de rango superior y por medio de una mujer fue realizado el milagro”.)

Israel oyó esto y sus espíritus se debilitaron. La propuesta era violación para las jóvenes vírgenes la noche de bodas.

Entonces evitaron comprometerse y casarse. Había chicas de Israel maduras y vírgenes y los griegos abusaban de ellas. Este comportamiento fue durante tres años y ocho meses. Hasta que sucedió el episodio de de la hija de Matitiahu, gran sacerdote, que iba a casar a su hija con un joven llamado Eliezer.

Cuando el día de su celebración había llegado, todos los grandes de Israel se reunieron en honor a Matitiahu, ya que no había en la misma generación grande como él.

Cuando se sentaron a cenar, Jana bat-Matitiahu se puso de pie y rompió la ropa que cubría la parte superior de su cuerpo. Se mostró desnuda delante de todo Israel. 

Debido a que sus hermanos la vieron de esta manera, se avergonzaron, se rasgaron la ropa, y se pusieron de pie para matarla.

Ella les dijo: «¡escuchen hermanos y tíos, por estar ante Uds. que son tzadikim, desnuda y siendo inocente, me detestan, y no odian al incircunciso que abusará de mí! Y abrió su boca e imploró: Señor del Universo, Si no te apiadas de nosotros, hazlo por la santidad de tu nombre, y nos vengaremos hoy.

Fue entonces cuando ocurrió un gran milagro. Una joven se animó a hablar e incitar a sus hermanos a luchar y rebelarse.

Jana mostró su torso desnudo poniendo al descubierto su fragilidad y vulnerabilidad como quien utiliza su último haz bajo la manga. 

Impulsó a sus hermanos a rebelarse contra los griegos, entendiendo que ya no quedaba margen para resistir los decretos.

Los decretos incrementaron gradualmente el dolor, atentando contra lo más íntimo: el hogar y la dignidad de la familia y la vida judía.

También se dirigió a Dios en súplica y plegaria manifestando su confianza en Él para la salvación. 

Sus cinco hermanos la escucharon y planificaron a partir de este episodio la rebelión.

Este midrash del siglo XV, arroja luz y aclara la famosa expresión rabínica que afirma que las mujeres tuvieron su participación en el milagro de Januca.

Y tal vez lo más novedoso que trae es que las controversias no solo suceden en el campo de batalla, en la política o en el ámbito del Templo, sino también en el hogar y la experiencia en nuestras casas.

La Janukiá la colocamos adentro de nuestros hogares iluminando nuestra vida íntima, nuestras convicciones y valores y la colocamos al lado de nuestras ventanas para compartir la luz capaz de combatir lo oscuro y transformar la realidad.

Jag Urim Sameaj!

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