En la Parashá anterior, Vaetjanan, nos encontrábamos con dos textos de suma importancia para el pueblo: Los Aseret HaDivrot 10 mandamientos) y el primer párrafo del Shemá Israel. En esta porción, Ekev, vuelven a repetirse estos temas: Moshé cuenta que tuvo que pasar 40 días para recibir la Torá y escribir las tablas de la Ley. Luego debió repetir el proceso por haberlas roto después de haber visto al pueblo cometer idolatría. Un poco más adelante, hallamos el segundo párrafo del Shemá Israel.
Tanto los Aseret HaDivrot como el Shemá Israel, hablan de cómo hay que comportarse. De hecho, nuestros sabios dicen que la esencia de ambos textos es la misma. Es más: en el Talmud Ierushalmi, aparece el resultado de la búsqueda de cada mandamiento dentro del texto deI Shemá. Sin embargo, cada texto nos acerca a las leyes de una forma diferente.
El primero consiste en 10 consignas claras sobre lo que debemos y no debemos hacer, como respetar a nuestros padres, santificar el Shabat, no matar, no robar. Se nos habla en imperativo; son órdenes. Los 10 mandamientos nos relacionan con Dios como nos podemos relacionar con un rey. Son leyes que merecen obediencia.
El Shemá en cambio, nos describe qué ocurrirá si seguimos por la senda que nos marca Dios y qué puede pasarnos si nos alejamos de ella. Nos recuerda que tenemos libertad para elegir cómo comportarnos. Y además, nos habla de símbolos que nos ayudarán a recordar qué debemos hacer y de la importancia de la transmisión. Se nos explica por qué debemos seguir sus leyes. Y se agrega un factor que me parece de suma importancia: el amor, un concepto que aparece repetidamente en nuestra Parashá. «Si ustedes cumplen los mandamientos que les he dado en este día, y aman al Señor su Dios, y lo adoran con todo su corazón y con toda su alma…» (Deut. 11:13).
Las leyes dejan de ser algo que respetamos simplemente porque debemos obediencia, sino que está claro que están dadas con amor, relacionándonos con Dios como un padre, como está escrito: «Y sabrás en tu corazón que el Señor su Dios los ha corregido del mismo modo que un padre corrige a su hijo.» (Deut. 8:5). El Kadosh-Baruj-Hu, como un padre, nos da reglas para que vivamos mejor, para que seamos cada vez mejores. Y sabe que podemos equivocarnos pero seguirá amándonos y nos dará la oportunidad de cambiar, de enderezar nuestro camino e intentarlo nuevamente. Y también, como un padre, quiere que nos llevemos bien con el resto de sus hijos.
Estamos hechos a imagen y semejanza de Dios. Él nos pide que lo amemos y sigamos sus leyes con el corazón, pero también que amemos al resto de los seres humanos. Está escrito: «Él hace justicia al huérfano y a la viuda, y muestra su amor al extranjero dándole pan y vestido. Mostrad, pues, amor al extranjero…» (Deut. 10.18-19). Esta parashá nos invita a imitar a nuestro creador, dando amor a otros. Al igual que un padre, Él es un ejemplo para sus hijos, Él es justo y amoroso para que nosotros hagamos lo mismo.
No cumplamos sus leyes como autómatas; somos seres que sienten y debemos servir de corazón. Es imposible cumplir las mitzvot que nos fueron entregadas con amor, sin sentir nada. Usemos sabiamente el poder que tenemos, sepamos que si hacemos las cosas de corazón, podremos lograr grandes cosas.
Dios nos dio sus leyes, e inmediatamente después nos recordó que las estaba dando con amor y que pretendía que las cumplamos de esta forma. Solamente cuando hablamos desde el corazón, podemos cambiar realmente a las personas que nos rodean. Ojalá tengamos la capacidad de comprender que el amor está por sobre todas las cosas y que es esencial si deseamos acércanos a Dios y al resto de las personas.
¡Shabat Shalom!
Karina Gringauz
Estudiante del Instituto Superior de Estudios Judaicos Abarbanel