¡Y el ganador es!

¡Yo soy el mejor! ¡A mí me quiere más! ¡Yo lo encontré primero!

Y la lista podría seguir, pero me pregunto ¿acaso importa?

¿No es que todos somos iguales? De hecho nuestros textos nos dicen que sí, que lo somos ¿y entonces?

Vivimos en una sociedad en la que la competencia es permanentemente, el puesto de trabajo, el mejor auto, la casa más grande, la nota más alta, etc.

Y la parashá de esta semana, Vaietze, nos pone cara a cara con la competencia, y quienes compiten son las esposas de Iaakov, las hermanas Lea y Rajel. ¿Por qué compiten? Nada más ni nada menos que por el amor de Iaakov, las dos están casadas con él y esto genera una situación difícil, sobre todo porque la amada de Iaakov, Rajel, no puede tener hijos.

Así es como una y otra compiten para darle más hijos, y ni siquiera lo hacen para satisfacer un deseo personal, sino que tanto una como la otra quieren convertirse en la favorita de su esposo, lo hacen para ser “mejor” que la otra.

Y me dirán ¡Pero no toda competencia es mala!

Y no, claro que no, la competencia es buena cuando nos ayuda a crecer, a madurar, a mejorar, pero cuando la competencia es sólo para ser mejor o tener más no conduce a nada bueno.

Cuando la competencia surge de una necesidad de superar porque sí al otro, entonces podemos caer con facilidad en la envidia, los celos, el odio al prójimo.

Enseñan nuestros sabios que el “Beit Hamikdash” (el Templo de Jersualem) fue destruido por que había “Sinat Ajim” (odio entre hermanos), y en la actualidad es moneda corriente escuchar a alguien que nos dice “no compres ahí porque…” o “no lo escuches a él porque…”. ¿Y esto a donde nos conduce? A una comunidad que a veces no puede ni quiere mirar más allá de su propio espacio, a una sociedad que cada vez se aísla más.

Esta parashá nos está dando una voz de alerta, nos recuerda que el otro no es un contrincante, es un igual, con el que no sólo podemos, sino que debemos trabajar codo a codo para mejorar y construir.

Esta parashá nos recuerda que cuando la competencia surge del deseo de ser mejor, de tener más, de ser más amado que el otro, entonces no nos construye sino que nos destruye.

Pensemos un poco en las hermanas Lea y Rajel y en vez de competir trabajemos juntos.

Shabat Shalom !

Sem. Diego Vovchuk