La presencia de piedras en la tradición judía puede remontarse a la Torá misma.

A lo largo de su historia personal, nuestro tercer patriarca, Iakov, fue dejando piedras y montículos que marcaron las diferentes etapas de su vida.

Cuando dejó Canaán dejó como testimonio un montículo realizado con las piedras que usó para proteger su cabeza.

Al regreso a esa antigua región de Israel, Iakov selló un acuerdo con su suegro Labán con una comida y otro conjunto de piedras.

A lo largo de su recorrido son numerosas las oportunidades en que el patriarca deja su huella. La más significativa fue la Matzevá, es decir, la lápida que erigió para marcar la sepultura de su amada esposa Rajel, en las afueras de la ciudad de Bet Lejem.

¿Por qué Iakov colocaba esas piedras? ¿Qué representa ese gesto hoy para nosotros?

Hasta el día de hoy esta práctica muy arraigada en la comunidad judía.

Pero ¿qué significa dejar una piedra para recordar a un ser querido que se fue?

Las piedras son un testimonio de aquellos que pasan por nuestras vidas. Son un intento de afirmar el recuerdo de la persona por la que sentimos afecto. Son un gesto de rebeldía contra el olvido. Son una acción tierna e inocente para que esas personas continúen un poco más con nosotros.

La tradición judía prefirió piedras a las flores para rendir homenaje.

No es casual la elección. Las flores son bellas pero su belleza es efímera. Con las piedras estamos dando un mensaje de que nuestro afecto perdurará. Reconocemos que la batalla contra el tiempo y el olvido es dura.

Cuando visitamos las tumbas los judíos colocamos piedras en las tumbas. Hay dos motivos. El primero es el intento de afirmar el recuerdo. El segundo, observar las piedras que dejamos en previas visitas y poder contemplar que no nos hemos quedado anclados solo en el dolor y en la pérdida y que hemos podido seguir adelante.

Este es un ritual doble. Por un lado de despedida, de aceptación de la muerte y, por el otro, de presencia continua, aun sin la presencia física

Podemos hacer muchas especulaciones de cómo comenzó esta costumbre. Como enseñan los textos rabínicos antiguos, es posible que en el el árido territorio de Israel, las personas depositaban una piedra para cerrar las sepultura, del mismo modo que en los funerales judíos hoy los presentes ponen tierra, como el último gesto de honor y cuidado que podemos hacer en el mundo físico por quien partió. Del mismo modo, cada participante dejaba una piedra para proteger los restos de los seres queridos de ser profanados por animales, o por bandidos en busca de objetos de valor.

Durante la pandemia en los diferentes países ha sido difícil participar de los funerales y sabemos que el ser humano necesita rituales de despedida.

En la medida que se han abierto más las posibilidades, ir a la tumba de un amigo o familiar y dejar una piedra ha sido una forma cerrar una etapa y poder procesar el duelo.

En Shir Hashirim el Cantar de los Cantares 8:6, leemos una frase que, para muchos, es la inspiración contemporáneas del ritual de las piedras:

“Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo; Porque tan fuerte es como la muerte el amor.”

La muerte nunca podrá arrancarnos los recuerdos, ni los instantes, ni las enseñanzas compartidas con amor.

Rabino Alejandro Bloch.