PARASHA REÉ

Ya habían quedado atrás los largos años de una peregrinación que parecía interminable. A Moshé se le había pasado la vida, pero “antes de partir” echa una mirada retrospectiva en la que emergen los episodios gratos e ingratos vividos en el desierto.

Moshé presenta entonces delante del pueblo dos principios: Brajá y klalá (bendición y maldición). La bendición consiste en saber escuchar, una virtud que con la vertiginosidad de los tiempos en que vivimos, hemos ido perdiendo. En nuestro caso se refiere a escuchar los mandatos de Dios. Es evidente que no se trata de una escucha pasiva o indiferente. Diría que se nos habla de un acto de la voluntad que busca internalizar los preceptos de la Torá al punto tal, que nuestras acciones se convierten en un reflejo de ella misma.

Moshé le advierte al pueblo que negarse a esta manera de “ser/estar en el mundo” trae como consecuencia el sometimiento a la esclavitud de un paganismo que ha adoptado y sigue adoptando, diferentes formatos según pasan los siglos. La falta de escucha es la que generalmente nos trae las peores consecuencias.

El ya anciano líder continúa su discurso con el pedido de destruir todo altar pagano que haya en la tierra a la cual están por entrar. Hay que hacer esfuerzos decididos para dar la batalla contra todo aquello que tienda a desdibujar en nosotros la impronta de Su presencia.

En nuestros días, cuando se habla mucho de los derechos individuales, podría chocarnos o ponernos incómodos la frase: «De ninguna manera haréis lo que hacemos aquí hoy, que cada cual hace lo que le parece bien a sus propios ojos». Seguramente podremos coincidir en que la existencia judía está planteada en términos de conjunto y no de individuos aislados, razón por la cual una ética basada en necesidades individuales puede atentar contra la identidad del pueblo en su conjunto. Por tal motivo insiste la Torá: «Escucha estas palabras que te mando, porque estarás haciendo lo que es bueno y justo delante de tu Dios». Por otra parte, fue el mismo Moshé quien atendió y resolvió situaciones particulares (como lo fue el caso de las hijas de Tzofjad, que vimos en parashiot anteriores) aún avanzando sobre aquello que no se acostumbraba. Así que el desafío Masortí de conservar y renovar a su vez, está presente en la Torá.

Moshé lanza una advertencia a no prestar atención a falsos profetas. Se trata de aquellos que alegando tener una “nueva luz”, un “nuevo mensaje” (distinto o complementario al que él mismo le presentara al pueblo) pretenden doblegar o desviar la lealtad del pueblo hacia dioses desconocidos.

Se resalta a continuación el valor de la gratitud y el reconocimiento de que todos nuestros recursos provienen de Su bondad. El ha provisto en las manos de los que más tienen, para las necesidades de los que menos tienen. Por eso dice nuestra parashá: «Si hay un pobre contigo, uno de tus hermanos, en cualquiera de tus ciudades en la tierra que tu Dios te da, no endurecerás tu corazón, ni cerrarás tu mano a tu hermano pobre, sino que le abrirás libremente tu mano, y con generosidad le prestarás lo que le haga falta para cubrir sus necesidades».

Moshé le recuerda al pueblo algunos items a tener el cuenta al entrar a la tierra: los principios relativos a la kashrut y las fiestas de peregrinación: Pesaj, Shavuot y Sucot. En tales celebraciones era necesario presentarse delante de Dios con una ofrenda según Él los hubiese favorecido, bendecido.

Un elemento adicional, y no menos importante, es el principio de la alegría. Esforzarnos por expresar y cultivar un espíritu alegre es una mitzvá en sí misma. Se trata de una alegría que se comparte en lo familiar y comunitario. Una invitación a entender que nuestra vida judía no es para sufrirla sino para disfrutarla.

Rab. Mariano del Prado
Profesor en Instituto de Formación Rabínica “A. J. Heschel”
y en Instituto de formación docente “Abarbanel”
Seminario Rabínico Latinoamericano