«Todo aquel que es placentero a sus semejantes, también es placentero a Ds; y todo aquel que no es placentero a sus semejantes, tampoco es placentero a Ds.«

“Y se corrompió la tierra delante de Ds, y se llenó la tierra de violencia. Y miró Ds la tierra y he aquí que estaba corrompida, porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra”
Bereshit 6:11,12

Recién empezamos a leer la Tora estudiando la creación del mundo en la parasha anterior. Tenemos un año de lecturas por delante, y sin embargo, Ds quiere destruir lo que había creado. El mundo se había corrompido, la tierra se llenó de violencia. La indiferencia hacia la miseria y el desprecio humano que existe en el mundo no es nada nuevo. Se nos describe una situación de extrema maldad, un mundo que no tiene arreglo.

“Noaj era un varón justo y perfecto entre sus contemporáneos”
Bereshit 6:9

Cuando el mundo está enfermo y descarriado; el hombre no puede ver a su alrededor personas sino agentes de destrucción. En ese momento, Ds eligió empezar de nuevo con lo único que podía rescatar de la humanidad, con la única persona justa del mundo, con la única persona que no se había contagiado de maldad.

Uno podría pensar que era fácil ser como Noaj, ya que en comparación con la pura maldad, cualquiera de nosotros sería justo, pero sin embargo, el desafío de Noaj fue no corromperse ante la violencia y la corrupción que había inundado el mundo.

El primer pasuk de la parasha (Bereshit 6:9) dice tres veces el nombre de  “Noaj”. Esto es para enseñarnos cuales son los tres atributos que tenía Noaj y que lo diferenciaban del resto de las personas:

(1) Era justo

(2) Era íntegro

(3) Andaba con Ds.

Hoy en día, la mayor diferencia que tenemos no es vivir y transitar un mundo bueno. El mundo en el que vivimos también está corrompido y lleno maldad. Con solo encender la televisión alcanza para ver corrupción en todos los niveles. La gran diferencia es que Ds ya nos dijo que no volverá a herir a todo ser viviente. El mundo de hoy no va a recibir un botón de reset para empezar de nuevo, sino que somos todos y cada uno de nosotros los que nos tenemos que ocupar de que el mundo sea un lugar mejor para vivir.

Sem. Ariel Kohen