18 J, a 27 años

Me pidieron dar un testimonio, por eso comienzo en primera persona.

18 de julio de 1994, lunes por la mañana…

Ese día tenía algo más de tiempo como para desayunar sin corridas, después de semanas de mucho trajín en el trabajo (entonces era parte del equipo del Vaad Hajinuj Hamerkazí, Departamento de Educación de la AMIA). Habíamos concluido las jornadas de capacitaciones para más de mil docentes de Capital, Interior y países limítrofes, que se habían llevado a cabo del 11 al 15 de julio.  Apenas me siento -con la feliz idea del desayuno no apurado- escucho un ruido muy fuerte, parecía provenir de al lado de mi casa de entonces, en la zona de Almagro. Al lado de mi edificio estaban construyendo, por eso lo primero que supongo es que tal vez algo pasó en la obra, “ojalá nadie se haya lastimado”, me digo a mí misma. No llego a averiguar qué fue ese estruendo, ya que suena el teléfono. Del otro lado una voz familiar, mi suegra (z¨l), desesperada y a la vez aliviada por escuchar mi voz: “Prendé la tele, explotó la AMIA”. Completamente incrédula, enciendo el televisor, aún no hay nada. “Prendé la radio” …y ya ahí sí, en la radio, empezaban las primeras e incipientes informaciones, en medio de una gran confusión. Escucho a Magdalena Ruiz Guiñazú (periodista), transmite como en shock, pero no llego a entender mucho, porque empiezan a sucederse las llamadas de mi familia para verificar dónde estoy. Por fin, decido no atender ninguna más y salgo casi corriendo rumbo a la AMIA. Tomo el subte B en la puerta de mi casa, son solo 4 estaciones hasta Pasteur, pero ese día siento el trayecto eterno. Llego por fin    y veo lo que nunca hubiese querido ver, lo que jamás se borrará de mi memoria. Lo que después vimos en los medios ininterrumpidamente, por días y días.
Ese lunes 18J, yo tenía un poco más de tiempo para desayunar y no estaba ahí cuando fue la explosión (luego entendí que el ruido que creí proveniente de la obra de al lado, fue en realidad la voladura de la AMIA, a unas 30 cuadras).

Compañeros de trabajo, amigos, vecinos, transeúntes, trabajadores ….  son parte de las 85 víctimas del atentado, yo estoy viva, aquí narrándolo. Ese día y lo vivido en las semanas siguientes, marcaron un antes y un después en mi vida. Fueron días completamente decisivos en todos los rumbos que elegí sostener desde entonces.  Rumbos que tienen que ver con la educación, y en ellos, educar por la memoria, el reclamo de justicia, el valor de la vida, la solidaridad, el sentido de ser comunidad.

Cada mes de julio, sin importar dónde esté, siento el frío de aquel día, la sensación siniestra de lo sucedido, la furia, la impotencia y los años pasan. Muchos años, mucho acontecido en el país y en la vida de cada uno, muchos años sin que se revele la verdad.

El 18J nos dejó una responsabilidad, el deber de no olvidar y seguir exigiendo justicia.  En el judaísmo no tenemos una palabra hebrea para “Historia”, pues se dice literalmente “historia”, palabra griega. Pero sí tenemos término para memoria. Memoria es la narrativa que estructura no solo quiénes somos y de dónde venimos sino a dónde vamos.

Muchos morim y morot (maestros y maestras) que hoy enseñan sobre el atentado y por supuesto sus alumnos, no habían nacido aun en 1994, pero lo viven y sienten como algo propio.

Esa es la idea, que deje de ser un relato en primera persona, para pasar a ser parte de nuestra memoria colectiva. Porque hay que seguir narrando lo sucedido, sin perder de vista que cada una de las víctimas tenía un nombre, una vida, una familia, sueños y proyectos, como tenemos todos nosotros. Sigue intacto mi recuerdo de ese frío 18J y todos los que siguieron. Una vez más vuelven imágenes, sonidos, instantes, tareas, la sensación de siniestro, mientras seguimos adelante, contra la desesperanza, contra la indiferencia, contra la impunidad, contra el odio.  Porque es lo que nos debemos y les debemos a las nuevas generaciones, construir memoria y recordar, para seguir adelante.

ALIZA ESKENAZI

Senior Advisor Pincus Center- TALI AMLAT