Todo en el mundo puede ser visto desde diferentes perspectivas, lo mismo puede ser un comienzo o un final. Devarim, la parashá de esta semana abre el último libro de la Torá. El libro de las palabras (devarim) de Moshé, hablando directamente con el pueblo. Sus palabras, sus memórias de todo lo que vivió. Ya no es la misma gente que salió con él de Egipto, esa generación se murió en el desierto, sus dos hermanos también.

Moshé a sus 120 años junta toda la fuerza que le resta para contarle a la nueva generación, ese selecto grupo que entrará a la tierra prometida, todo lo que les ha pasado en estos últimos 40 años. Recapitular las ganancias y las pérdidas. La generación que salió de Egipto no pudo entrar a la tierra por la falta de confianza en Dios en diversos momentos de la travesía. Esta es una nueva generación, que nació y creció en el desierto confiando en nadie más que en Dios. Una generación que para continuar tiene que saber cómo llegaron hasta ahí, porque sin saber por donde transitaron sus antepasados no pueden seguir adelante y entrar a la nueva tierra. Tienen que saber los errores para no repetirlos, y tienen que saber las leyes para poder cumplirlas. No se puede dar por sentado que merecían esa tierra.

Moshé sabe que así como los que se murieron en el desierto, también él no va entrar a Israel. Para él es el final de la história. Para la gente que escucha, es el principio.

Este Shabat es el día 9 de Av, Tishá beAv, el día en el cual conmemoramos la caída del Templo («convenientemente», de los dos en el mismo día). Este día también es un día de muchos comienzos y finales. Es el día que se termina el período conocido como «las tres semanas», que marcan el sitio a Ierushalaim hasta la caída del Templo. Por un lado, Tishá beAv es considerado el día más triste del año. La caída del Templo dio fin a toda la conquista de la tierra por parte de la generación que ahora escucha a Moshé. La soberanía de la tierra se vá y el pueblo queda disperso entre varios lugares del mundo.

La vida judía, enmarcada por los sacrificios se termina, y es así como los conquistadores pretenden terminar con este pueblo y su cultura. Pero el pueblo judío, que sobrevivió a la esclavitud de Egipto, a los 40 años en el desierto no iba dejar que eso los destruya.

Por eso, el otro lado de Tishá beAv es también es el día que marca un inicio. Desde la caída del primer Templo y la primera dispersión ya hay un «judaísmo rabínico» que después de la caída del segundo Templo queda como la única manera de ser judíos. Es ese judaísmo rabínico que nos rige hasta el día de hoy. Si somos lo que somos, es porque estos trágicos eventos nos permitieron transformarnos como individuos y como pueblo.

Tener soberanía de la tierra de Israel fue y es tan importante para nuestro pueblo que fue necesario repensar la observancia de este día de ayuno (este año de 2015 se pasa al domingo porque el 9 es Shabat). Se permitió incluso cortar el ayuno después de minjá (el servicio de la tarde), ya que al celebrar la independencia de Israel y Iom Ierushalaim (celebración de la reunificación de Jerusalén) como días festivos no podemos seguir diciendo que queremos VOLVER a Israel y a Ierushalaim llorando su total destrucción.

Siempre se le Devarim antes de Tishá beAv, sirve para hacernos recordar que no podemos dar Israel por sentado, tenemos que escuchar lo que empieza a decir Moshé. Él tiene bastante para decirnos, tenemos que prestar atención, tenemos que honrar a la tierra y a sus habitantes. Tishá beAv fue un importante marco para el desarrollo del judaísmo que tenemos hoy, pero las palabras de Moshé del final del percurso continúan sirviendo para que podamos merecer la tierra y mantenernos ahí, y también aquí.

Shabat Shalom
Tzom Kal

Fernanda Tomchinsky
Estudiante del instituto de formación rabínica Abraham J. Heschel