PARASHAT VAERA

Los nombres de Dios

La sección de la Torá “Va-erá” comienza con estos versículos:

“Le habló Dios a Moshé, diciéndole: ‘Yo soy YHWH’. Me he presentado a Abraham, a Itzjak y a Iaakov bajo ‘El Shadai’, mas Mi nombre YHWH no Me di a conocer a ellos”. (Éxodo 6: 2-3)

No se trata de un error de sintaxis: “Mi nombre no Me di (sic) a conocer a ellos”. Dios no da a conocer Su nombre, sino que Se nos da a conocer, se hace accesible a las personas según las distintas experiencias que cada persona pasa. Cada uno de los nombres de Dios que aparecen en la Biblia son las distintas maneras en que los humanos captamos y entendemos Sus características, Sus actos y Su presencia en el mundo y la historia. Por ello no se trata de un solo nombre que nos da a conocer, sino que Se nos da a conocer según nuestra experiencia.

 “Dijo Rabi Aba bar Mamal: El Santo, Bendito es Él le dijo a Moshé: ‘¿Tú quieres saber Mi nombre? Me llaman según Mis actos: hay veces que soy El Shadai, o Tzevaot, o Elohim, o YHWH. Cuando juzgo al Universo, Mi nombre es Elohim. Cuando combato a los malvados, Mi nombre es Tzevaot. Cuando mantengo en suspenso las transgresiones de las personas, Mi nombre es El Shadai. Cuando estoy pleno de amor por el Mundo que hice, Mi nombre es YHWH…”. (Shmot Raba 3:6, loc. “Dijo Dios”).

Todo nombre, divino o humano, es valioso pues es la representación espiritual del nombrado. De allí la importancia de tratar el nombre con dignidad, ya que trivializarlo equivale a hacer banal lo que representa. A ninguno de nosotros nos gusta que nuestro nombre sea asociado con algo ingrato o vacuo. ¡Cuánto más se aplica esta regla para el nombre de Dios!

Por ello el tercer Mandamiento establece: “No tomes el nombre de YHWH tu Dios en vano” (Exodo 20:13). Tampoco se puede borrar, quemar o destruir el nombre de Dios (Deut. 12:3-4).

Esto ha llevado a que utilicemos sustitutos del nombre Divino tanto al hablar como al escribir. Sin embargo, estos sustitutos también son significativos, por lo que debemos evitar abusar de ellos o, incluso, tergiversarlos. Pues la tergiversación lleva a la ridiculización del nombre y con ello hacemos justamente lo que queríamos evitar.

Existe una muy difundida costumbre de abreviar o modificar la palabra Dios (D’s, D‑os, Di‑s, Hashem) creyendo, erróneamente, que así se preserva la sacralidad del nombre Divino. En realidad, esto confunde, puede sonar ridículo (en especial para quien no entiende la abreviatura), y hasta puede llevar a graves malos entendidos (D‑os puede entenderse como “dos”, llevando al distraído a pensar ¡que se habla de dos deidades!)

Palabras tales como Dios, el Señor o similares en cualquier idioma que no sea el hebreo son, desde ya, sustitutos de los nombres dados en la Biblia (pues el original de la Biblia es en hebreo). Por ello, hay que tratarlas con respeto, pero no tienen la misma sacralidad que los nombres de Dios mencionados en la Biblia.

Así nos lo enseña Maimónides en su libro de halajá “Mishné Torá”:

 “Siete son los nombres sagrados: el Tetragrama (yod, he, vav, he) o también su forma Adonai, El, Eloha, Elohim, Elohei, Shadai y Tzevaot. Quien borre aunque fuera una letra de estos nombres, merece azotes” (Leyes de Principios de la Torá –Hiljot Iesodei ha-Torá– Cap. 6 arts. 1-2).

 “Los demás epítetos con que se alaba al Santo, Bendito es Él, tales como piadoso, misericordioso, grandioso, valeroso, imponente, fidedigno, celoso, poderoso y similares son como los demás textos sagrados y pueden ser borrados” (Idem, art. 5.)

Siftei Cohen, que es un comentario halájico al Shuljan Aruj, explica lo siguiente:

“El nombre dicho en hebreo es considerado nombre sagrado; pero en otro idioma no lo es. Fíjate incluso que está permitido borrar un nombre de Dios escrito en otros idiomas, como “Got” en idish o “Bog” en polaco o ruso, etc. Por supuesto que, a priori, debemos ser tan cuidadosos como podamos; pero si no hay otra posibilidad… pues no la hay” (Siftei Cohen, Ioré Deá 179, nota 12)

Si hemos de escribir o mencionar cualquier nombre de Dios, debemos hacerlo sólo si es necesario para expresar plenamente lo que queremos decir y transmitir cómo experimentamos a Dios. En ese caso, el nombre está bien utilizado y no hacen falta tomar precauciones especiales si no es uno de los nombres sagrados en hebreo.

Abreviar el nombre o tergiversarlo produce más bien su profanación y, en ese caso, es preferible no utilizarlo del todo.

Que podamos utilizar siempre Su nombre con sabiduría y sensibilidad y que Él extienda sobre nosotros Sus bendiciones de amor, de paz, de comprensión y de salud haciéndonos experimentar Su presencia para que proclamemos Su representación: Su Nombre.

Rabino Iosef Kleiner
Profesor de Talmud y Coordinador de Programas en Israel
Instituto AJ Heschel
Seminario Rabinico Latinoamericano


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